viernes, 26 de febrero de 2010

Victoria ante el dolor (foto archivo hermandad)


Bella, cuanto más dolor
haya en tu cara vencida
por la gracia recibida
de las manos del Señor.
Tu rostro es todo un clamor
de hermosura inefable.
Candidez de gracia afable
en tu mirada se nota.
Y tu dulzura derrota
el rencor más deleznable.

Vence la afrenta más vana
y el quebranto más agudo
sin armas y sin escudo
tu Victoria sevillana.
Tu rostro en encanto gana
y ganas a la tristeza.
Pues es tal tu fortaleza
y tan dulce tu semblante
que claudica en el instante
y se rinde a tu belleza.

lunes, 15 de febrero de 2010

Salud del alma mía


Salud del alma en la aflicción hundida
que busca ese refugio en tu figura.
Salud del cuerpo que al mirarte cura
el dolor resignado de una herida.

El vano sufrimiento así se olvida.
Conoces el remedio a la tortura
y lo das al que reza con ternura
sea quién sea, pida lo que pida.

Al calvario en el tuyo das calmante
pues por mucho dolor que se tuviera
no existe nada al tuyo semejante.

Ni iguala, ni equilibra, ni supera
cualquier medicamento a tu semblante
de Salud que la tiene quien te quiera.

lunes, 8 de febrero de 2010

Tú misma




Flor, alabanza, terneza.
Cada nombre tuyo toma
¿Cuál de todos más se asoma
al perfil de tu belleza?
¿Con qué palabra empieza
el recital de tu encato?
¿Cuándo, cómo, dónde y cuánto
más tu esencia se adivina
si todos en cada esquina
sucumben bajo tu manto?

¿Con qué llamarte, Señora,
para alabar tu alegría
si hasta la pura armonía
en tu mirada ya mora?
Ninguna alabanza sonora
al contemplarte se para
ni la ternura repara
en dejar por siempre escrita
su letanía bendita
en la gloria de tu cara.

Con los más bellos apodos
te nombran a cada instante,
Perla en Gracia, Luz radiante.
-Piropos de todos modos-.
¿A cuál mejor de entre todos,
cual de gloria más se llena?
Sé que cada uno bien suena,
¡pero dicho con fervor,
ninguno queda mejor
que Esperanza Macarena!.

miércoles, 3 de febrero de 2010

El Cielo ganado (foto archivo hermandad)



En un mar de pena y duda
que navega a la deriva,
-quién fuera allá en tu mano
esa dorada barquita-
siente el alma una opresión,
una incontrolable herida
que se abre y se reabre
y que nunca cicatriza;
y cuando parece hacerlo
de la esperanza se olvida
y se hunde en ese abismo
del que no encuentra salida,
e intenta buscar respuesta
aunque la respuesta diga
e incida en la incertidumbre
que en el quebranto deriva.

¿Qué se necesita entonces
para olvidar la agonía?
¿Es que nunca tiene fin
el dolor que se agudiza
cuando lo dicen los ojos
y aun así no se adivina?

Dime Tú, Madre celeste
consuelo del alma mía.
Consolación en los ojos
y en la pena de un mal día.
¿Es tu promesa de gozo
lo que el alma necesita?
¿Es tu ventura dichosa,
gloria, gracia, alegría
la que puede dar consuelo
a tanta melancolía?

Luego pienso...y digo no,
porque es más que algarabía
para que en cualquier momento
se levante una sonrisa
que deje al lado esa angustia,
la duda que martiriza...

Es mucho más que todo eso
mucho más...y en Ti se ubica,
y en el mar de eternas dudas
en ti el corazón confía;
y aunque haya un oscuro averno
las alturas iluminas;
y todo aquel que te mire,
celeste Virgen María,
ya tiene el cielo ganado
en la tierra de Sevilla.

lunes, 1 de febrero de 2010

Amor mío (foto José Ángel Caballero)


Nada más necesito que tu esencia
pura, sincera, fiel y presurosa
ante cualquier tristeza quejumbrosa
que en los ojos vidriosos se evidencia.

Nada menos que luz de tu querencia
para aliviar tanta incuria ominosa
que aun viéndose certera y clamorosa
no pesa, a mi pesar, en la conciencia...

Y eso duele. Me duele y no se nota.
No siente el alma nostálgica y rota
ni percibo un solo atisbo sincero...

Y por eso, en vez de algo tan mundano
y olvidando un momento el gozo humano
es tu Amor, Amor mío, lo primero...

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