lunes, 21 de junio de 2010

Gran Poder humilde (foto archivo hermandad)



Que se olviden del temor si alguna vez
un alma desprendida de cordura,
ofende con desdén y desventura
Al que otorga a todo orgullo sencillez.

Aunque las mentes perdieran sensatez,
si la mente creyera muy segura
que en el alma no existe la dulzura
y en el Cielo no tiene validez...

Tu grandeza, divina y placentera,
no reprime, castiga ni abandona
al que siente la fe como quimera.

Gran humilde que todo lo perdona...
y por eso el fervor te considera
buen Padre, buen Hijo y mejor persona.

domingo, 20 de junio de 2010

Más que mil palabras el Silencio (foto flickr.com)



"Silencio, pueblo en la calle..."
guarda absoluto silencio
y que solamente hable
la Imagen del Nazareno.

Que no se escuche un suspiro
por no romper el momento.
Ni se escuchen los susurros,
ni el quejido del adentro.
Que tan solo por la calle
hable el que no habla el primero.
Que se escuche el caminar
y el tronar de su tormento,
pues ya habla por sí solo
por ser el Divino Verbo.

Ya su mirada repite
cada santo mandamiento;
sus ojos de dolor profundo
son ya todo un evangelio
y de absoluta sapiencia
su semblante un libro abierto.

Y sin decir nada, calla
al fútil resentimiento.
Hace callar al ausente
de cualquier remordimiento,
pone puntos en las ies
al presumido sin serlo,
y vuelve a todos humildes,
a todos santos y buenos.

Y entabla conversación
con aquel que viene a verlo.
Por eso calla Sevilla
sorprendida del portento
de esa imagen, de esas manos,
de ese rostro tan sereno,
que dice más que palabras,
mucho más que un alfabeto.

Dice más la cruz que lleva
abrazando al mundo entero.
Así, el que calla otorga
paz, amor y consuelo.

Y repite todo el mundo
que tras ver al Nazareno
vale más que mil palabras
esta Imagen del Silencio.

sábado, 5 de junio de 2010

El nombre de tu rostro



Qué más da con llamarla sólo hermosa,
con el nombre más dulce y más certero
que al mitigar el mal es el primero
y de gracia al pronunciarse rebosa.

Su rostro al evocarse se desglosa
en piropo de amor y de venero.
La miro si la nombro cuando quiero,
La llamo con su cara primorosa.

Piropo que al decirlo me produce
cadencia, suave aroma y gallardía
-los mismos que su rostro siempre luce-.

Y evocando esa esencia la armonía
si se dice su nombre reproduce
la dulzura del rostro de María.

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