Tu Esperanza mueve todo.
Se agitan hasta las aguas.
Pones todo boca abajo
y tu belleza muy alta.
Abajo, arriba, a los lados
la alegría te acompaña
¡y arriba tu hermoso rostro
que va impregnando prestancia
a cada esquina del barrio
y allá donde haga falta!
Lo pones todo en su sitio,
dejas bien las cosas claras:
tu rostro con el encanto
y la fe con tu Esperanza.
Es sinónimo de gozo
tu luz, tu halo, tu elegancia.
La algarabía de verte
en tu paso se contagia.
Y sin embargo la pena
todavía está en tu cara.
Pero… ¿Cómo es posible?
¿Cuál podría ser la causa,
si por ser tan trianera
nunca te falta de nada;
Si llevas caudal de amores,
si el encanto en ti se espacia,
si eres culmen de hermosura
y además llena de gracia?
¿Por qué ese suspiro entonces
cuando va rozando el alba?
Se entiende con solo verte
que esa pena tan amarga
es debida a que has salido
por unas horas de casa
pues aparte de por tu Hijo
también lloras de nostalgia.
Pero cuando el puente cruces,
para que corto se te haga
el camino hacia Sevilla
y te sientas como en casa,
por Ti, en gozo se hará el llanto
y el silencio se hará palmas;
por Ti la Campana se hará
repique de Santa Ana;
y cada calle, Pureza
y Altozano cada plaza
y entre suspiro y suspiro
Sevilla se hará Triana.
Y al inundarse ese llanto
con el garbo de tu gracia
tras sumergirse en los ojos
de tu profunda mirada,
se convierte el pueblo en río
de piropos y alabanzas,
para desembocar siempre
-por donde quiera que vayas-
como en un caudal bendito
en el mar de tu Esperanza.