Cada vez que resignados
nos sucumbe la desdicha;
cuando el ahogo es tan fuerte
que ya ni el alma respira;
cuando el temor nos invade,
y el cansancio, la desidia
hace mella en la esperanza
quedando en suma vacía....
Solo se piensa en tu nombre
que recorre tus mejillas
y nos sentimos pequeños
pareciendo medianía...
pues no puede compararse
el dolor de tus heridas
con unos simples rasguños
que nos provoca la vida.
Y no solo nos comprendes
y perdonas la ofensiva:
concedes tierno consuelo
que tanto se necesita.
Tus Lágrimas por ser fuente
de las aguas más divinas
sumergen toda la pena
y toda melancolía.
Porque es tu llanto más hondo.
Tiene mucha más valía
que cualquier enojo o duda
que nos venga en un mal día.
Bien sabemos más que nunca
que tu pena no es baldía;
llena de fuerza y de aplomo
a nuestras humildes vidas.
Por eso por un momento
cuando el alma te suplica
dejas a un lado tus penas
mientras las nuestras alivias.