jueves, 18 de julio de 2013

Tú misma la alabanza




Por mucho que te dijera
y mi voz nunca cesara

en alabar tu hermosura
y el venero de tu gracia
no tendría suficientes
piropos a tu Esperanza.


Por mucho que yo elogiase

y por mucho que alabara
esa hermosura que tienes
que ni un espejo la calca
ninguna flor que se precie
aun siendo rosa apreciada
podría nunca alcanzar
la belleza de tu cara.


Ni todas las letanías,

ni las coplas que se cantan,
ni aunque te colmen de salves,
ni con hermosas palabras.


Y es que tal tu donosura,

tan inefable, elevada,
que aunque mis labios no paren
en pregonarte alabanzas
se acabarían tan pronto
que debería inventarlas.


Porque es mi voz tu terneza

y son tuyas mis plegarias
para Ti todos mis versos
con flores de mi garganta.



Y aun así, de todas formas,

alabarte no hace falta.
Ni requieres mil requiebros
para saber que eres guapa,
ni que versen tus virtudes,
ni que reciten tus gracias.


No me canso de decirlo,

de decir tu nombre y basta,
pues tan bien te sienta así
que con nombrarte te halagan.


Santa terneza a porfía,

verso que nunca se acaba
¡Cómo Tú misma no existe
ningún requiebro que valga!
que aunque el más bello piropo
del mismo cielo bajara
¡Esperanza Macarena!
¡Por sí misma y por tu gracia
eres ya el mejor halago
que puedo echarte a la cara!

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