Tránsito lento de muerte
que da a un pueblo la vida
con un suspiro tan solo
en el puente se eterniza.
Se hace eterno el sentimiento
cuando al fondo se divisa,
entre llantos de promesas,
su figura enaltecida.
Se hace eterno en el lamento
que surge en las dos orillas;
se hace eterno en la saeta
al doblar por una esquina.
Quejido que al alma quiebra
pone en sus labios Sevilla
como queriendo inhalar
el aire que Él respira.
Casi a punto de exhalar
su último hálito de vida,
lleva el tormento más grande
sin río que lo divida.
La tarde se hace sudario
y el corazón se hace espinas,
lecho las aguas del río,
requiem las seguidillas.
Llanto de nuevo se vuelve
del Altozano la cima
donde horas antes daba
la Esperanza su alegría.
La noche se torna oscura
y los luceros se eclipsan,
el lamento es más lamento
y la pena más sentida.
Pero aunque toda tiniebla
cubra de melancolía
y aunque la sombra perturbe
la claridad de ese día;
aunque la muerte dibuje
trazos en sus pupilas
y aunque tenga el sueño eterno
por las calles de Sevilla...
¡Qué viva el Cachorro siempre
pues mientras Triana viva
su esencia en cuerpo y en alma
pervive en Calle Castilla!
