
Morena de tez divina,
con el halo de blancura
diáfana, hermosa y pura
que irradia a cualquier esquina.
Santa Rosa peregrina,
de la gracia embajadora
que a todo aquel que la implora
cura el llanto de una herida
y enciende al alma perdida
su candela protectora.
Aquella que tiende su manto
desde la cumbre a la arena.
Aquella que calma la pena,
el dolor y el desencanto.
Es de nombre limpio y santo
que se hace ruego y plegaria.
Y siempre la fe canaria
humilde se enorgullece
que en todo el mundo se rece
con su nombre, Candelaria.